
Gonzalo Arroita e Ignacio Lavín pasando delante de los hórreos de Combarro
El Correo – 11 de julio de 2020 – Cirilo Dávila
Hay tantos caminos como peregrinos, pero el escritor Jorge González aclara que hay 54 bien documentados en la Península. Cada uno de ellos guarda más de una sorpresa, pero pocas como la de recorrerlo y cruzarse con solo una persona y que esta sea, además, un expresidente del Gobierno, caso de Mariano Rajoy. Todo ello, además, en plena pandemia. Una anécdota que más bien parece propia del último libro de Jorge González, ‘La Guía Secreta del Camino de Santiago’. Este bilbaíno, como cada año desde hace casi dos décadas, organizó para finales de mayo una expedición por el camino portugués de la costa.
Se apuntaron 14 personas para documentar este recorrido con vistas al año Xacobeo, que se celebrará en 2021. La crisis sanitaria aplazó un mes el plan, suspendió el vuelo Bilbao-Oporto, pero no aparcó la iniciativa. La renuncia a la expedición no se negociaba. Así que fueron en coche hasta la ciudad portuguesa y desde allí iniciaron el trayecto. Un salvoconducto laboral les permitió cruzar la frontera por Verín el 19 de junio. 
«Por la belleza del paisaje y el recogimiento quizás haya siclo el camino más asombroso que hemos hecho», resume Gonzalo Arroita. «Era una sensación única y contradictoria. Te sentías privilegiado por ver la ruta desierta y, al mismo tiempo, notabas que algo raro pasaba. Te entraban dudas», añade este profesor de la cátedra UNESCO de Patrimonio. Dudas que no pudieron despejar al encontrarse con Rajoy porque lo suyo no es andar por anclar, sino una marcha deportiva.
«Nos cruzamos con él en la variante espiritual, que une la vía portuguesa con la ruta traslatio».
«Al grito de ¡presidente!, Rajoy sonrió y contestó sin bajar el ritmo: ¡Cómo son estos vascos!»
Sensaciones extrañas
Un encuentro que González recuerda como si fuera una aparición en medio de un frondoso bosque, con una lámina de neblina arropando la ria y a una hora temprana proclive a sustos. Justo en la Ruta da pedra e agua. «Él subía y nosotros bajábamos una fuerte pendiente. Iba con su habitual ritmo. Le reconocí y le saludé con un ¡aúpa!, que él me correspondió. Detrás mío iba Antxon Urrusolo que le dijo ¡presidente! y fue a saludarle ofreciéndole el codo. Rajoy, sonriendo, nos dijo: ¡Cómo son estos vascos! y siguió su marcha».
Este encuentro fugaz y las dos peregrinas holandesas que iban delante, según les informaron en Redondela, fueron los únicos vestigios de tránsito que González y sus compañeros encontraron en este camino.
Lo iniciaron un 20 de junio y llegaron siete días después a Santiago, con sensaciones extrañas en el cuerpo porque fueron los encargados de ir abriendo camino tras el confinamiento. Tras el letargo obligado por el confinamiento, la ruta cobraba pulso e imagen tras el abandono de semanas. «Hemos encontrado tramos en los que la maleza nos llegaba casi hasta el hombro». Cruzar por el cauce del río al estar el puente derruido o hacer unas curas de primeros auxilios por la mordedura de un perro. Avatares de un grupo que, no obstante, llegaba a cada sitio como si fuera un mensajero de los despertares. A su paso, la actividad volvía a los pueblos del camino.
NI UN ALMA EN EL OBRADOIRO
Ni bullicio ni gentío les esperaba al final del camino.
Santiago parecia una sombra de sí mismo
A un ritmo de 25 kilómetros diarios, este grupo fue cubriendo unas etapas que, como la de Bayona a Vigo, representó saltar de playa en playa hasta otear el fin del camino allí, en la plaza del Obradoiro, en Santiago, con un final atípico. Sin bullicio ni gentío. Silencio, solo silencio.

Descargar PDF